Científicos del Conicet de La Plata descubrieron un desbalance entre las sustancias que regulan la ingesta de comida en niños con obesidad. Según informaron desde el organismo, fue la primera vez que se realiza esta medición.

Se empezó buscando en la sangre una forma de ghrelina (una hormona producida por el estómago y encargada de regular el apetito avisándole al cerebro que tenemos hambre) llamada “desacilada”, mientras investigaban descubrieron otra, que se bautizó LEAP2. Se trata de una sustancia producida por el hígado y una parte del intestino delgado (el yeyuno) y que, al igual que la anterior, también actuaba como un freno a la acción de ghrelina.

“Descubrimos que los chicos con sobrepeso no tienen más cantidad de ghrelina, esa de la hormona que nos hace comer más que los de peso normal. Por el contrario, tienen menos”, explicó Mario Perelló, investigador del Conicet.

Y agregó: “el problema está en que en los cuerpos de los chicos obesos también están bajas la ghrelina desacilada y LEAP2, que son precisamente las encargadas de frenar a la primera. En esa proporción, la acción de ghrelina es mayor, y por eso creemos que persisten las ganas de comer, incluso después de hacerlo”.

Proceso

El estudio realizado en 82 pacientes, de entre 3 y 12 años, confirmó en los niños algo que ya se sabía en adultos, que en organismos con obesidad, la ghrelina desacilada baja con respecto a los cuerpos sanos.

“Es una repuesta fisiológica buena porque permite distinguir entre la sensación de apetito y la de estar satisfecho. En la obesidad, ese mecanismo de regulación no está presente. Y ahora le sumamos lo que vimos en niños, que es la reducción de las hormonas que justamente deberían detener el deseo de ingerir comida”, agregó Perelló.

La investigadora del Conicet María Florencia Andreoli señaló que los niveles de ghrelina desacilada se observaron en alrededor de un 40% menos que los que presentan niños con peso saludable, mientras que LEAP2 se encontró reducido en un 20% o 30% en la misma comparación.

“Son números que tienen un significado estadístico muy importante”, afirmó la especialista, al tiempo que destaca como uno de los aportes principales de estos resultados “el hecho de contribuir a la búsqueda de valores de referencia para saber qué cantidades de estas hormonas es lo normal o esperable de observar en chicos”.

Situación alarmante

Por otro lado, las autoras Julieta Hernández y Verónica Garrido alertaron: “el incremento en la prevalencia de obesidad en niños, y adultos tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo es alarmante, y su prevención debería ser una prioridad sanitaria, con particular énfasis en estimular hábitos saludables de vida en todos los grupos etarios, y en especial en el ámbito familiar”. (Télam)